En la Hípica Severino,en el corazón de la Serra de Collserola, en Sant Cugat del Vallés (Barcelona), surgió la idea de hacer el Camino de Santiago a caballo. En un principio pensamos en hacerlo con nuestros propios caballos, pero, después de valorarlo, decidimos descartar la opción por diversos motivos: económicos, falta de entreno de nuestros animales, tiempo, logistica...
A través de la red (¡cómo no!) nos pusimos en contacto con un par de gallegos: Rafa y Felipe (www.asantiagoacaballo.com) que se encargaron de organizarlo "todo" para que pudieramos disfrutar de tan maravillosa experiencia. Nos proporcionaron unos caballos autóctonos que aguantaron todo el Camino sin apenas "resoplar", reservaron alojamiento en los lugares más pintorescos y acogedores de todo el trayecto, cuidaron de que nunca nos quedáramos con apetito (ni sed), nos iban relatando sobre la marcha todo aquello que podía resultar interesante saber sobre costumbres, gente, monumentos; en fin, un viaje que nunca olvidaremos.
Empezamos el Camino en Piedrafita de O Cebreiro la segunda semana del mes de Julio de 2009 y éramos un grupo de 8 jinetes: Helena, mi pareja, una apasionada de los caballos y de cualquier cosa que implique viajar; Graciela, una argentina cosmopolita con una vitalidad y ganas de vivir nuevas experiencias infinitas; Joan(sénior), un auténtico caballero, en todos los sentidos, que disfruta de los caballos desde que era un niño; Joan (júnior), hijo del anterior y que sigue la estela de su padre; Eduard, un profesor que, después de este viaje, supongo les enseñará a sus alumnos cómo es Galicia desde otro punto de vista; Darío, un portugués que se apunta a todo lo relacionado con el deporte y la aventura; Iván, ganadero y herrero, amigo de Rafa y Felipe que, debido a su experiencia, aportaba mucha seguridad al grupo; y por último, el que firma el relato, Lluís, otro amante de los caballos y por proximidad, aficionado a viajar.
Cubrimos el trayecto hasta Santiago en 5 etapas cabalgando entre 6 y 8 horas diarias, la mayoría de las cuales las hacíamos al "paso" pudiendo así disfrutar de toda la esencia del paisaje y del Camino. Era común entre los peregrinos de a pie y los ciclistas el irónico comentario: "¡Cuando lleguéis a Santiago, la Compostela se la deberían dar al caballo, ja, ja, ja! Bien,supongo que físicamente no es tan duro ir a lomos de un caballo como montado en bicicleta o andando, pero os puedo asegurar que, aún acostumbrados a montar, llegamos a Santiago con los huesos y las "posaderas" bastante perjudicados.
A medida que iban pasando los kilómetros aquella larga excursión a caballo por el norte de España, se fue transformando en algo más. Recorrer ese camino lleno de historia, ver a gente de diferentes países, razas, siguiendo una omnipresente minúscula flechita amarilla para poder llegar, todos, a un destino común, te hacía sentir algo especial. Creo que, de alguna manera, sientes que formas parte de esa historia. La sensación se incrementa cuanto más cerca estás del final y culmina al llegar a la Plaza del Obradoiro en Santiago, donde la emoción del resto de peregrinos de todo el mundo se contagia a los recién llegados.
Me gustaría recomendar desde aquí, a todo el mundo, esta fantástica experiencia que, aunque de antemano pueda parecer reservada a aquellos con un elevado sentimiento religioso, merece la pena realizar. ¡Änimo y... buen camino!
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