miércoles, 10 de marzo de 2010

El Apostol Santiago y sus caminos

A principios del siglo IX, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo vio de noche a una estrella que brillaba grandemente sobre una colina rocosa, llamada el monte Libredón, próxima al río Sar. Se lo cuenta a los demás ermitaños y pastores que perciben lo mismo. Se aproximan y oyen una música lejana misteriosa como de ángeles. Se lo comunican a Teodoro, obispo de Iria-Flavia, quien les manifiesta que allí está la mano de Dios.

Visitan dicho lugar, desbrozan la maleza y encuentran una pequeña tumba, donde hallan tres cadáveres que atribuyen al apóstol Santiago, el Mayor, y a sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Llaman a este lugar “Campus Stellae”, (Campo de la Estrella, o Compostela). Comunican dicho hallazgo al rey Alfonso II, el Casto, del Reino Astur, quien desde Oviedo se traslada al dicho lugar.

El hallazgo de las reliquias del apóstol Santiago produjo una enorme alegría y una gran esperanza en toda Cristiandad infundiendo una gran fuerza y poder a los cristianos contra la invasión islámica. El rey Alfonso II, el Casto, comunica dicha noticia al papa León III y al emperador Carlomagno, y manda levantar tres iglesias dotándolas convenientemente.

Una Iglesia en honor del apóstol Santiago para recoger su tumba y darle culto, y otras dos, al Norte, en honor de san Juan Bautista para baptisterio, y al Este, en honor del Salvador (la Corticela) para establecer una comunidad de monjes benedictinos. Le señala al abad Ildefredo y a sus doce monjes el lugar de Antealtares para monasterio y claustro, a fin de que diesen culto al apóstol Santiago junto con los canónigos de la Iglesia del apóstol Santiago que siguen la regla de san Isidoro de Sevilla.

Teodomiro, obispo de Iria, muere en 830. Le sucede el obispo Adulfo, quien recibe diversas donaciones y consideraciones de los reyes, Alfonso II el Casto y Ramiro I. En 844, tiene lugar la famosa batalla de Clavijo donde, según la tradición jacobea interviene el apóstol Santiago montado en caballo blanco y vence a los sarracenos. El obispo Adulfo I fallece en 850, y le sucede en el obispado de Iria Adulfo II, abad del monasterio de Antealtares.

En 858, los normandos desembarcan en la ría de Arosa. Se apoderan de cuanto encuentran y amenazan matar a sus habitantes si no les pagan un tributo, pero los vencen dándoles muerte. El rey Ordoño I viendo la situación en que había quedado Iria, destruida y arruinada, y ante el temor de nuevas invasiones normandas, de acuerdo con el prelado Adulfo II y notables del lugar, pide al papa Nicolás I traslade la sede Iria y a su clero a Compostela. Dicho Papa accede a dicha petición real bajo las condiciones de que la diócesis se llame Iria-Compostela, siendo la sede principal Compostela y la secundaria Iria y se dote convenientemente el sustento y decoro de su clero.

El rey Ordoño I fallece el 27 de mayo del 866, sucediéndole su hijo, Alfonso III, el Magno, quien confirma todas las donaciones y gracias reales dadas por sus antepasados a la Iglesia del apóstol Santiago y le da muchas más. En este tiempo sucede que el obispo Adulfo II, persona virtuosa y disciplinada, es acusado de sodomía ante el rey Alfonso III, el Magno, por sus enemigos valiéndose estos falsamente de tres cómplices criados.

El rey aconsejado maliciosamente somete a dicho prelado “al juicio de Dios” exponiéndole a un toro bravo azuzado por los ladridos de perros encarnizados, bajo la condición de que si el toro le embiste es culpable y si no, es inocente. Pero el toro no sólo no le embiste, si no que se acerca manso y humilde al obispo. En vista de ello, el rey Alfonso III, el Magno, lo declara inocente.

El obispo Adulfo II renuncia al obispado y se retira a lugar solitario de Asturias, de donde era oriundo. El rey castiga severamente a todos los cómplices de semejante infamia, reduciéndoles a ellos y sus descendientes al estado de servidumbre, y nombra administrador de la diócesis a Sisnando I, sobrino suyo, quien a la muerte de Adulfo II, acaecida en 876, trae sus restos mortales a Compostela y les da honrada sepultura.

Desde los primeros siglos del Cristianismo los sepulcros y las tumbas de los mártires cristianos eran lugares de peregrinación y de culto de los fieles. Pues bien, conocida la noticia en Europa de que la tumba del apóstol Santiago se encuentra en Compostela, los monjes y laicos de la Cristiandad vienen visitarla para implorarle protección, amparo y vida.

El hallazgo de la tumba del Apóstol Santiago en la primera mitad del siglo IX origina en toda la Cristiandad europea un movimiento de peregrinaje de cristianos que desean conocer y venerar su tumba, unos para encontrar la salud y la paz del alma y del cuerpo, otros para cumplir su voto, su promesa o una pena penitencial impuesta por los tribunales jurisdiccionales eclesiásticos. Los devotos del apóstol Santiago que no podían peregrinar por una causa justificada, lo hacían por delegación o por cargo a otros peregrinos, previo pago de sus gastos y tarifas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario