Sí, sí lo hay. Y no, no se hace al andar. Sino dibujándolo. Y en esas está la Xunta: pintando sobre el mapa por dónde exactamente discurre el Camino de Santiago dentro de Galicia en su variante francesa, la que utilizan siete de cada diez romeros para alcanzar el sepulcro del Apóstol. Esos deberes, los de cartografiar la gran autopista europea de las peregrinaciones, no se los pusieron anoche en la academia. Al contrario, viene arrastrándolos desde la época de Cobi y Curro.
Porque fue en noviembre de 1992, el día 12, cuando el Gobierno autónomo, entonces presidido por Manuel Fraga, esbozó un trazado transitorio para incluirlo en una resolución que concluía: «A delimitación aquí establecida permanecerá vixente mentres non se aprobe a definitiva». Casi 18 años después de aquello, la Consellería de Cultura por fin avanzó ayer un paso definitivo en la resolución de tamaña deuda histórica, al difundir a través del Diario Oficial de Galicia una propuesta firme de itinerario «fruto del consenso con todas las partes implicadas», matizó un portavoz.
Se abre ahora un período de papeleo burocrático que el departamento al cargo de Roberto Varela, persuadido de que se trae entre manos una «actuación prioritaria», pretende despachar por completo en tres meses y pico, de modo que el Ejecutivo de Alberto Núñez Feijoo en pleno pueda dar al asunto luz verde antes de acabar el año. Así, con la traza ya perfectamente acotada en diciembre del 2010, la Administración se encontraría en disposición de redactar e impulsar a lo largo del 2011 un plan especial, que desde el ejercicio siguiente en adelante restringiría muy seriamente las operaciones urbanísticas promovidas a ambas márgenes de la vía.
Dos niveles de restricción
No en vano, se trata de preservar el primer itinerario cultural europeo, de acuerdo con una distinción que obtuvo en 1987, algo antes de recibir de la Unesco, en 1993, la consideración de patrimonio de la humanidad. Ese futuro documento normativo distinguirá entre dos clases de amparo, marcadas en los planos con sendas franjas en torno al trayecto principal: una más amplia, de entre 0,5 y 2 kilómetros, denominada ámbito de protección y otra llamada límite BIC (bien de interés cultural), la cual, emplazada siempre dentro de la anterior, combinará anchos variables con un promedio estimado en 200 metros. Mientras que en la primera la acción gubernamental se centrará en cuidados ambientales y paisajísticos, en la segunda las trabas a la construcción serán «máximas».
Explicado en términos técnicos, lo que la Xunta hizo ayer fue incoar un expediente de delimitación del Camino Francés entre Pedrafita do Cebreiro y la catedral compostelana (153 kilómetros distribuidos por 12 ayuntamientos), con la excepción de un pequeño tramo entre el lugar do Amenal y el límite del aeropuerto de Lavacolla, dentro del municipio de O Pino. Todo lo relativo a ese trozo permanece judicializado a instancias de unos particulares que litigan por lo contencioso-administrativo.
La flamante iniciativa, a la que «pronto» seguirán otras similares para el resto de rutas con final en Santiago, cuenta con el aval, otorgado el 20 de julio, del comité independiente que asesora a San Caetano en esta materia, así como con los apoyos de concellos, de diversas asociaciones vinculadas al fenómeno de las romerías y del Icomos, un organismo de prestigio internacional. Y recoge la esencia de un par de estudios que el bipartito había contratado en el 2007 por más de medio millón de euros. Estos constan de bibliografía, entrevistas a ancianos, análisis toponímicos, fotos aéreas, investigaciones catastrales...
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miércoles, 25 de agosto de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
Peregrinos no vagabundos
Vagabundo: "Holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro, sin tener oficio ni domicilio determinado". Peregrino: "Dicho de una persona que por devoción o por voto va a visitar un santuario, especialmente si lleva el bordón y la esclavina".
La noticia en otros webs
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en otros idiomas
"La Ruta se potenció en los siglos XI y XII para repoblar la Península"
"Vivimos otra época de grandes cambios y nos aferramos de nuevo a la religión"
La Guardia Civil detuvo en 1958 a los primeros caminantes galos
Para obtener este certificado es necesario andar 100 kilómetros
Son dos conceptos bien distintos, al menos, en el diccionario. Sin embargo, allá por los años cincuenta, la abundancia de unos y la escasez de otros llevaba a la confusión a las fuerzas del orden. Eso fue lo que les ocurrió al grupo de diez peregrinos de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago de Compostela, la decana de las asociaciones de divulgación de la Ruta Jacobea, cuando en 1958 se lanzaron por primera vez a la aventura de recorrer un Camino Francés poco transitado y sin señalización: la Guardia Civil les detuvo por vagabundeo.
Adeline Rucquoi (Bruselas, 1949), actual presidenta de la asociación gala, cuenta que ese fue el origen de las credenciales que portan los caminantes: "La sociedad empezó a redactar unas cartas en francés y en español para acreditar que eran peregrinos, a fin de que no tuviesen problemas en la Ruta".
Años después, ya en la década de los sesenta, animados por las campañas del Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga, empezó a llegar a Santiago un mayor número de romeros que pedían en la catedral algún documento que certificase su paso por el Camino, por lo que se hizo necesaria la creación de un documento oficial. La credencial es hoy una ficha de 14 páginas en la que se incluye un impreso a cumplimentar por asociaciones, parroquias o cofradías en el que estas presentan al peregrino. En el documento desplegable se estampan además los sellos que certifican el paso por distintos puntos de la Ruta, por lo que es una acreditación imprescindible para solicitar la Compostela.
A pesar de que su especialidad es la Historia Medieval, a Adeline Rucquoi no se le escapan ni estos pequeños detalles burocráticos en la historia contemporánea de la Ruta Jacobea. Desde 1997 participa en el Centro de Estudios de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago, ocupándose de las investigaciones desarrolladas y de la revista Compostelle. Dice que ha sido en el local de la Asociación, en contacto con los peregrinos, donde ha tenido ocasión de aprender más sobre lo que es el Camino hoy.
Es la única mujer del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, órgano creado por el Consejo de Europa para elaborar el primer Itinerario Cultural Europeo y recuperado luego por la Xunta como ente asesor para la puesta en valor y la recuperación patrimonial de la Ruta. Aun así, pese a acumular un gran conocimiento alrededor de lo jacobeo, Adeline Rucquoi no ha obtenido la Compostela, que sólo se otorga a quienes recorren al menos los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 si son en bicicleta. "He hecho el Camino muchas veces como experta y acompañando a otros especialistas, pero nunca andando, porque el haberme criado en el campo me hace preferir la ciudad", confiesa.
En otro campo, el del conocimiento, vaga sin esfuerzo y hace revelaciones sorprendentes. Asegura que el Códice Calixtino fue un instrumento de la Iglesia para atraer peregrinos cristianos que repoblaran la Península. "El Camino fue potenciado en los siglos XI y XII para incentivar la llegada de peregrinos por vía terrestre, con la esperanza de que se asentaran", explica. "Hasta esa fecha, venían mayoritariamente por mar".
Adeline lee en clave medieval el actual auge de la Ruta Jacobea. Explica que aquellos fueron tiempos de grandes cambios en los que la gente se refugiaba en la fe, de ahí el nacimiento de nuevas órdenes religiosas. "Ahora también vivimos grandes cambios, y volvemos a aferrarnos a la religión, a las creencias de cualquier tipo; muchos buscan el reencuentro con la naturaleza, con los demás o con ellos mismos". Hay quien en esa búsqueda espiritual encuentra la fe: "En Francia tenemos estudios que revelan que, del total de peregrinos que hacen el Camino, la cifra de los que se confiesan católicos pasa del 20% en la salida de la Ruta, al 80% a su llegada a Santiago".
"En 1950, cuando nació la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago nadie habría apostado por el éxito que el Camino tiene hoy", dice Adeline. El Camino era un vago referente cuando el cardenal Quiroga Palacios pidió la colaboración del grupo de historiadores franceses para recuperarlo indagando en la documentación antigua.
El 25 de agosto, los miembros de esta Sociedad vendrán a Santiago para celebrar el 60º aniversario de su creación. A su llegada, el contador del Año Santo habrá superado ya los 150.000 peregrinos. A ninguno lo habrán tomado por vagabundo.
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"La Ruta se potenció en los siglos XI y XII para repoblar la Península"
"Vivimos otra época de grandes cambios y nos aferramos de nuevo a la religión"
La Guardia Civil detuvo en 1958 a los primeros caminantes galos
Para obtener este certificado es necesario andar 100 kilómetros
Son dos conceptos bien distintos, al menos, en el diccionario. Sin embargo, allá por los años cincuenta, la abundancia de unos y la escasez de otros llevaba a la confusión a las fuerzas del orden. Eso fue lo que les ocurrió al grupo de diez peregrinos de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago de Compostela, la decana de las asociaciones de divulgación de la Ruta Jacobea, cuando en 1958 se lanzaron por primera vez a la aventura de recorrer un Camino Francés poco transitado y sin señalización: la Guardia Civil les detuvo por vagabundeo.
Adeline Rucquoi (Bruselas, 1949), actual presidenta de la asociación gala, cuenta que ese fue el origen de las credenciales que portan los caminantes: "La sociedad empezó a redactar unas cartas en francés y en español para acreditar que eran peregrinos, a fin de que no tuviesen problemas en la Ruta".
Años después, ya en la década de los sesenta, animados por las campañas del Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga, empezó a llegar a Santiago un mayor número de romeros que pedían en la catedral algún documento que certificase su paso por el Camino, por lo que se hizo necesaria la creación de un documento oficial. La credencial es hoy una ficha de 14 páginas en la que se incluye un impreso a cumplimentar por asociaciones, parroquias o cofradías en el que estas presentan al peregrino. En el documento desplegable se estampan además los sellos que certifican el paso por distintos puntos de la Ruta, por lo que es una acreditación imprescindible para solicitar la Compostela.
A pesar de que su especialidad es la Historia Medieval, a Adeline Rucquoi no se le escapan ni estos pequeños detalles burocráticos en la historia contemporánea de la Ruta Jacobea. Desde 1997 participa en el Centro de Estudios de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago, ocupándose de las investigaciones desarrolladas y de la revista Compostelle. Dice que ha sido en el local de la Asociación, en contacto con los peregrinos, donde ha tenido ocasión de aprender más sobre lo que es el Camino hoy.
Es la única mujer del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, órgano creado por el Consejo de Europa para elaborar el primer Itinerario Cultural Europeo y recuperado luego por la Xunta como ente asesor para la puesta en valor y la recuperación patrimonial de la Ruta. Aun así, pese a acumular un gran conocimiento alrededor de lo jacobeo, Adeline Rucquoi no ha obtenido la Compostela, que sólo se otorga a quienes recorren al menos los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 si son en bicicleta. "He hecho el Camino muchas veces como experta y acompañando a otros especialistas, pero nunca andando, porque el haberme criado en el campo me hace preferir la ciudad", confiesa.
En otro campo, el del conocimiento, vaga sin esfuerzo y hace revelaciones sorprendentes. Asegura que el Códice Calixtino fue un instrumento de la Iglesia para atraer peregrinos cristianos que repoblaran la Península. "El Camino fue potenciado en los siglos XI y XII para incentivar la llegada de peregrinos por vía terrestre, con la esperanza de que se asentaran", explica. "Hasta esa fecha, venían mayoritariamente por mar".
Adeline lee en clave medieval el actual auge de la Ruta Jacobea. Explica que aquellos fueron tiempos de grandes cambios en los que la gente se refugiaba en la fe, de ahí el nacimiento de nuevas órdenes religiosas. "Ahora también vivimos grandes cambios, y volvemos a aferrarnos a la religión, a las creencias de cualquier tipo; muchos buscan el reencuentro con la naturaleza, con los demás o con ellos mismos". Hay quien en esa búsqueda espiritual encuentra la fe: "En Francia tenemos estudios que revelan que, del total de peregrinos que hacen el Camino, la cifra de los que se confiesan católicos pasa del 20% en la salida de la Ruta, al 80% a su llegada a Santiago".
"En 1950, cuando nació la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago nadie habría apostado por el éxito que el Camino tiene hoy", dice Adeline. El Camino era un vago referente cuando el cardenal Quiroga Palacios pidió la colaboración del grupo de historiadores franceses para recuperarlo indagando en la documentación antigua.
El 25 de agosto, los miembros de esta Sociedad vendrán a Santiago para celebrar el 60º aniversario de su creación. A su llegada, el contador del Año Santo habrá superado ya los 150.000 peregrinos. A ninguno lo habrán tomado por vagabundo.
jueves, 19 de agosto de 2010
El camino de Santiago por la noche
Hay peregrinos que recorren el Camino de Santiago de noche. Siempre. Por eso van guiados por quien los lleva, acompasando a esa única luz sus andares o la fuerza ejercida sobre los pedales. Fran Brox, de 48 años, pasó por O Cebreiro en tándem. Guiando la bicicleta iba su hija, de 18. La orientaba ella, porque sus ojos sí veían las flechas amarillas o las indicaciones que se le daban al grupo del que formaban parte. Él, en cambio, no. Pero sí percibía la hospitalidad de la gente y la fuerza del Camino de Santiago. «Esto será algo para contarle a mis nietos», constataba. La jacobea es una ruta para vivir con los sentidos: con los cinco, con los seis o con los que uno pueda, porque esos son externos y, lo que se siente, mucho o poco, es, muy al contrario, interior.
Brox, invidente, no constató con sus ojos por qué supuso tanto esfuerzo llegar aquí arriba. No vio las elevadas montañas de entrada en Galicia ni tampoco el verde de la primavera reseco ya por las calores del verano. Era un peregrino con «solo» cuatro sentidos, pero llegó adonde otros con los supuestos cinco no llegan y, por encima, lo calificó de «muy asequible».
La noche eterna de Galicia
Lo mismo le pasaba a José Luis A. Guevara. Entró en la iglesia de O Cebreiro para recoger su credencial de peregrino, aunque comenzaría el Camino algo más adelante, en Triacastela. «Nunca había visitado Galicia. Esa es una de las razones de mi Camino», explicaba. La recorrió en parte, a pie y en una noche eterna, pero salpicada por las explicaciones de luz de quien lo guiaba: el amigo Carlos. En coche de apoyo iban Lali, la madre, y Adela, otra amiga. Él no pudo ver el mar de niebla que ese día inundó a primera hora O Cebreiro, ni tampoco los vivos colores con los que se murió la última jornada antes de su partida. Pero sí pudo sentir la fuerza de la ruta, sin vista y, relativamente, sin oído. Gracias a la tecnología, a través de uno de ellos, le llegó el eco de la pregunta. «Ah, y también lo hago por lo de las indulgencias y por ser año santo».
Campanadas imperceptibles
Ellas le dan el sonido horario a O Cebreiro. Las campanas tañían mientras un grupo de cuatro amigos trataban de explicar por qué irían a pie hacia Compostela. Quien los escuchaba agudizaba el oído por la intensidad de las badaladas. Ellos no. A Juan Manuel López Rodríguez, a Cesáreo Millarengo Gil, a Iker Sertucha Lista y a Constantino García García no llegaban. «Somos sordos, pero no sordomudos», aclaraban con paciencia. Ante todo, las cosas claras. «Usamos una lengua de signos, un idioma diferente». Les faltaba el oído, pero escucharon igualmente la llamada del Camino de Santiago. Por espiritualidad, por pedir perdón y suerte o por una aventura.
El que lleva a Compostela es el Camino de los sentidos. De los peregrinos que perciben sin vista y de los que oyen sin oído. Es el Camino de los que sienten. Porque otros no saborean pese a tener gusto, ni huelen pese al olfato, ni acarician con su tacto.
Brox, invidente, no constató con sus ojos por qué supuso tanto esfuerzo llegar aquí arriba. No vio las elevadas montañas de entrada en Galicia ni tampoco el verde de la primavera reseco ya por las calores del verano. Era un peregrino con «solo» cuatro sentidos, pero llegó adonde otros con los supuestos cinco no llegan y, por encima, lo calificó de «muy asequible».
La noche eterna de Galicia
Lo mismo le pasaba a José Luis A. Guevara. Entró en la iglesia de O Cebreiro para recoger su credencial de peregrino, aunque comenzaría el Camino algo más adelante, en Triacastela. «Nunca había visitado Galicia. Esa es una de las razones de mi Camino», explicaba. La recorrió en parte, a pie y en una noche eterna, pero salpicada por las explicaciones de luz de quien lo guiaba: el amigo Carlos. En coche de apoyo iban Lali, la madre, y Adela, otra amiga. Él no pudo ver el mar de niebla que ese día inundó a primera hora O Cebreiro, ni tampoco los vivos colores con los que se murió la última jornada antes de su partida. Pero sí pudo sentir la fuerza de la ruta, sin vista y, relativamente, sin oído. Gracias a la tecnología, a través de uno de ellos, le llegó el eco de la pregunta. «Ah, y también lo hago por lo de las indulgencias y por ser año santo».
Campanadas imperceptibles
Ellas le dan el sonido horario a O Cebreiro. Las campanas tañían mientras un grupo de cuatro amigos trataban de explicar por qué irían a pie hacia Compostela. Quien los escuchaba agudizaba el oído por la intensidad de las badaladas. Ellos no. A Juan Manuel López Rodríguez, a Cesáreo Millarengo Gil, a Iker Sertucha Lista y a Constantino García García no llegaban. «Somos sordos, pero no sordomudos», aclaraban con paciencia. Ante todo, las cosas claras. «Usamos una lengua de signos, un idioma diferente». Les faltaba el oído, pero escucharon igualmente la llamada del Camino de Santiago. Por espiritualidad, por pedir perdón y suerte o por una aventura.
El que lleva a Compostela es el Camino de los sentidos. De los peregrinos que perciben sin vista y de los que oyen sin oído. Es el Camino de los que sienten. Porque otros no saborean pese a tener gusto, ni huelen pese al olfato, ni acarician con su tacto.
Memoria del Camino
El Real Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia) encarna mejor que ningún otro lugar la unión de la fe, el conocimiento, la cultura y la espiritualidad que el Camino de Santiago representa, merced a una fusión de estilos arquitectónicos de los últimos diez siglos, la mística tranquilidad de sus corredores y pasillos, y la fuente de saberes que esconde dentro: el Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago, auténtica memoria escrita de las rutas jacobeas, su historia, sus anécdotas y sus protagonistas, desde Carlomagno hasta el más humilde de los peregrinos.
A través de los 4.000 títulos y los casi 6.000 volúmenes que atesora la biblioteca, dependiente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Palencia, se puede trazar la evolución del Camino, desde el descubrimiento de la tumba del apóstol a la época dorada de las peregrinaciones y sus crisis sucesivas en la Baja Edad Media y la Ilustración.
“El Camino cayó en el olvido durante muchos siglos, las peregrinaciones casi desaparecieron y la tradición oral no se escribió”, explica el director del centro y de la asociación palentina, Ángel Luis Barreda, en referencia a las muchas y amplias lagunas que existen en la historia escrita de la ruta jacobea. Esa intermitencia hace que los incunables no sean muy abundantes, pero entre ellos es de obligada referencia el ‘Códice Calixtino’, obra fundacional del tema jacobeo, de la que el centro palentino guarda un fiel y preciso facsímil editado en 1993.
Al hojear sus páginas, bajo el techo abovedado del claustro de la biblioteca, decorado por los jesuitas en el siglo XIX con recargadas volutas y medallones de hombres ilustres, se puede apreciar que el ‘Codex’, a diferencia de otras obras de la misma época, no está muy miniado. De hecho, sólo son dignas de mención dos ilustraciones: los guerreros del Carlomagno de ‘El Turpín’ y el Santiago de Majestad que abre el primer capítulo del primer libro.
Aunque no tan antiguas, el Centro de Estudios guarda otras joyas de la literatura jacobea, como un original de ‘Santiago, Jerusalén, Roma. Diario de una peregrinación a estos y otros santos lugares de España, Francia, Egipto, Palestina, Siria e Italia, en el año del Jubileo Universal de 1875’, escrito por José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro y publicado en tres tomos entre 1880 y 1884.
La obra de referencia del siglo XX
En las estanterías del claustro también reposa la obra de referencia del siglo XX, a menudo citada, cuando no “copiada”, según Barreda, por multitud de estudiosos e investigadores de las últimas décadas: ‘Las peregrinaciones a Santiago de Compostela’, escrita por Luis Vázquez de Parga y publicada en 1948. El libro, finalista del Premio del Caudillo en el certamen convocado por el Instituto de España en 1943, destaca por cubrir virtualmente “todas las facetas” del fenómeno jacobeo, como su historia, la picaresca y sus peregrinos más sobresalientes, a lo largo de tres tomos.
El Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago tuvo un nacimiento original, ya que su semilla se plantó con una exposición, ‘Camino de Santiago, mil años de historia... mi libros para conocerla’, que entre 1998 y 1999 viajó por 18 lugares de España gracias a la labor de difusión de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. “Cuando empezamos no había ni mil libros, pero al terminar, sí; entonces surgió la cuestión de qué hacer con ellos y San Zoilo nos cedió este espacio”, recuerda Barreda.
La filosofía de la exposición era mostrar y permitir tocar y hojear a los visitantes los más importantes libros sobre el Camino. Él proyecto de biblioteca itinerante desembocó de manera natural en otro estable, que cada año recibe a investigadores de las procedencias más diversas, a estudiantes que trabajan en tesinas sobre el Camino, “un tema de moda”, y a un público mucho más particular: niños y jóvenes que preparan los trabajos con los que optarán a participar en la Ruta Quetzal BBVA y que visitan el centro cada vez que los organizadores incluyen en las bases un tema jacobeo.
Con el tiempo, ese millar de referencias ha ido aumentado y, puesto que la biblioteca es monotemática, el sistema de catalogación se ha desviado de la normativa internacional en favor de una serie de categorías propias, que actualmente ascienden a 21 sin contar las revistas -tanto españolas como extranjeras-, clasificadas aparte.
“Donde no llega nadie”
El Centro, como afirma su responsable, “se nutre de todos los fondos” y los libros llegan hasta él gracias a las asociaciones de amigos integradas en la federación nacional, que avisan a Carrión de los Condes de cada novedad que sale al mercado, incluso de “los opúsculos más locales” y de las obras autoeditadas por sus autores. Por esa razón, Barreda afirma orgulloso que llegan “donde no llega nadie, ni siquiera la Biblioteca Nacional”.
Una de las secciones de la biblioteca a la que su director concede más importancia es la de ‘Relatos de peregrinos’, escritos en su mayoría a partir de la década de los 90 del siglo XX y cuyo valor radica en que “servirán para estudiar el Camino en el futuro”. Los superventas de Shirley MacLaine y Paulo Coelho conviven en esas estanterías con crónicas de peregrinos anónimos, algunas incluso enviadas en folios a la biblioteca por sus propios autores sin que nunca hayan pasado por una imprenta. Otro de los apartados más amplios es el de ‘Catálogos y fuentes documentales’, que ofrece “una valiosa información” en forma de actas de congresos y catálogos de exposiciones, como la de ‘Europalia’ de 1985 en Amberes (Bélgica), “la mejor que se ha hecho del Camino de Santiago”, que supuso “el reencuentro de Europa con España”.
Prácticamente cada sección tiene su cuota de volúmenes interesantes, raros y curiosos, como la guía que el artista japonés Munehiro Ikeda -una celebridad en su país- publicó en 1990 y que incluye un mapa del Camino Francés con los principales edificios de todos sus pueblos, dibujado a mano por el propio Ikeda. Éste se encuentra bajo el epígrafe ‘Libros en otros idiomas’, pero si el visitante se detiene en otras estanterías, por ejemplo las etiquetadas como ‘Regiones y comarcas del Camino’, ‘Sobre la ciudad de Santiago y el apóstol’, ‘Arte y música’, ‘Novela y literatura’ o ‘Gentes del Camino’, seguro que encontrará muchos más.
A través de los 4.000 títulos y los casi 6.000 volúmenes que atesora la biblioteca, dependiente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Palencia, se puede trazar la evolución del Camino, desde el descubrimiento de la tumba del apóstol a la época dorada de las peregrinaciones y sus crisis sucesivas en la Baja Edad Media y la Ilustración.
“El Camino cayó en el olvido durante muchos siglos, las peregrinaciones casi desaparecieron y la tradición oral no se escribió”, explica el director del centro y de la asociación palentina, Ángel Luis Barreda, en referencia a las muchas y amplias lagunas que existen en la historia escrita de la ruta jacobea. Esa intermitencia hace que los incunables no sean muy abundantes, pero entre ellos es de obligada referencia el ‘Códice Calixtino’, obra fundacional del tema jacobeo, de la que el centro palentino guarda un fiel y preciso facsímil editado en 1993.
Al hojear sus páginas, bajo el techo abovedado del claustro de la biblioteca, decorado por los jesuitas en el siglo XIX con recargadas volutas y medallones de hombres ilustres, se puede apreciar que el ‘Codex’, a diferencia de otras obras de la misma época, no está muy miniado. De hecho, sólo son dignas de mención dos ilustraciones: los guerreros del Carlomagno de ‘El Turpín’ y el Santiago de Majestad que abre el primer capítulo del primer libro.
Aunque no tan antiguas, el Centro de Estudios guarda otras joyas de la literatura jacobea, como un original de ‘Santiago, Jerusalén, Roma. Diario de una peregrinación a estos y otros santos lugares de España, Francia, Egipto, Palestina, Siria e Italia, en el año del Jubileo Universal de 1875’, escrito por José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro y publicado en tres tomos entre 1880 y 1884.
La obra de referencia del siglo XX
En las estanterías del claustro también reposa la obra de referencia del siglo XX, a menudo citada, cuando no “copiada”, según Barreda, por multitud de estudiosos e investigadores de las últimas décadas: ‘Las peregrinaciones a Santiago de Compostela’, escrita por Luis Vázquez de Parga y publicada en 1948. El libro, finalista del Premio del Caudillo en el certamen convocado por el Instituto de España en 1943, destaca por cubrir virtualmente “todas las facetas” del fenómeno jacobeo, como su historia, la picaresca y sus peregrinos más sobresalientes, a lo largo de tres tomos.
El Centro de Estudios y Documentación del Camino de Santiago tuvo un nacimiento original, ya que su semilla se plantó con una exposición, ‘Camino de Santiago, mil años de historia... mi libros para conocerla’, que entre 1998 y 1999 viajó por 18 lugares de España gracias a la labor de difusión de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. “Cuando empezamos no había ni mil libros, pero al terminar, sí; entonces surgió la cuestión de qué hacer con ellos y San Zoilo nos cedió este espacio”, recuerda Barreda.
La filosofía de la exposición era mostrar y permitir tocar y hojear a los visitantes los más importantes libros sobre el Camino. Él proyecto de biblioteca itinerante desembocó de manera natural en otro estable, que cada año recibe a investigadores de las procedencias más diversas, a estudiantes que trabajan en tesinas sobre el Camino, “un tema de moda”, y a un público mucho más particular: niños y jóvenes que preparan los trabajos con los que optarán a participar en la Ruta Quetzal BBVA y que visitan el centro cada vez que los organizadores incluyen en las bases un tema jacobeo.
Con el tiempo, ese millar de referencias ha ido aumentado y, puesto que la biblioteca es monotemática, el sistema de catalogación se ha desviado de la normativa internacional en favor de una serie de categorías propias, que actualmente ascienden a 21 sin contar las revistas -tanto españolas como extranjeras-, clasificadas aparte.
“Donde no llega nadie”
El Centro, como afirma su responsable, “se nutre de todos los fondos” y los libros llegan hasta él gracias a las asociaciones de amigos integradas en la federación nacional, que avisan a Carrión de los Condes de cada novedad que sale al mercado, incluso de “los opúsculos más locales” y de las obras autoeditadas por sus autores. Por esa razón, Barreda afirma orgulloso que llegan “donde no llega nadie, ni siquiera la Biblioteca Nacional”.
Una de las secciones de la biblioteca a la que su director concede más importancia es la de ‘Relatos de peregrinos’, escritos en su mayoría a partir de la década de los 90 del siglo XX y cuyo valor radica en que “servirán para estudiar el Camino en el futuro”. Los superventas de Shirley MacLaine y Paulo Coelho conviven en esas estanterías con crónicas de peregrinos anónimos, algunas incluso enviadas en folios a la biblioteca por sus propios autores sin que nunca hayan pasado por una imprenta. Otro de los apartados más amplios es el de ‘Catálogos y fuentes documentales’, que ofrece “una valiosa información” en forma de actas de congresos y catálogos de exposiciones, como la de ‘Europalia’ de 1985 en Amberes (Bélgica), “la mejor que se ha hecho del Camino de Santiago”, que supuso “el reencuentro de Europa con España”.
Prácticamente cada sección tiene su cuota de volúmenes interesantes, raros y curiosos, como la guía que el artista japonés Munehiro Ikeda -una celebridad en su país- publicó en 1990 y que incluye un mapa del Camino Francés con los principales edificios de todos sus pueblos, dibujado a mano por el propio Ikeda. Éste se encuentra bajo el epígrafe ‘Libros en otros idiomas’, pero si el visitante se detiene en otras estanterías, por ejemplo las etiquetadas como ‘Regiones y comarcas del Camino’, ‘Sobre la ciudad de Santiago y el apóstol’, ‘Arte y música’, ‘Novela y literatura’ o ‘Gentes del Camino’, seguro que encontrará muchos más.
lunes, 2 de agosto de 2010
Triatlon en el Camino
La suya fue una peregrinación particular. Nadie dijo que las etapas estipuladas para el Camino de Santiago había que seguirlas a rajatabla y por eso él, en un solo día, recorrió 250 kilómetros. Todo ello forma parte de un desafío, el del deportista Miguel Martínez Basurco, de Villafranca del Bierzo (León). De puerta a puerta es el nombre que le ha dado a eso que hizo ayer: primero, nadar unos seis kilómetros en el embalse de Bárcena; después, correr desde Cubillos del Sil hasta O Cebreiro (unos 62 kilómetros) y, aquí, subirse en una bicicleta y completar los 180 que separan este pueblo de Santiago. Desde la localidad de Camponaraya, todo su trayecto coincidió con la ruta francesa hacia el Apóstol. El nombre del desafío tiene su justificación, ya que en la llamada iglesia de Santiago, situada en Villafranca, al igual que ocurre en Compostela, también existe una Puerta del Perdón donde ganar la indulgencia plenaria. Él las unió.
Basurco ama el deporte y quizás por eso todo fue mejor de lo previsto. A la hora de nadar, no tuvo el aire en contra, «aunque el agua del pantano estaba demasiado caliente». Cuando alcanzó O Cebreiro llevaba algo más de seis horas y media en activo. Mucho menos cansado de lo que se podría esperar, tomó agua, se cambió de indumentaria (el uniforme de corredor por el de ciclista) y recibió ánimos de los que pasaban. Solo diez minutos de mudanza.
Felicitación de un presidente
A este triatleta villafranquino, en O Cebreiro, no solo lo recibió la niebla y el frío que ayer volvió al pueblo, sino también los amigos y familiares que van con él. Quiso la casualidad que en la iglesia de Santa María la Real estuviese en ese momento el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera Campo, quien no desaprovechó la oportunidad de darle sus ánimos y felicitarlo. «Lo peor ya ha quedado atrás», afirmaba Basurco, mientras se ponía el casco, las zapatillas correspondientes y emprendía la última prueba del triatlón. Quedaban por delante varias horas de bicicleta. Preveía llegar a Santiago sobre las diez de la noche, pero la cosa fue mejor de lo esperado y alcanzó su meta algo después de las ocho. Doce horas y pico de desafío deportivo.
Basurco ama el deporte y quizás por eso todo fue mejor de lo previsto. A la hora de nadar, no tuvo el aire en contra, «aunque el agua del pantano estaba demasiado caliente». Cuando alcanzó O Cebreiro llevaba algo más de seis horas y media en activo. Mucho menos cansado de lo que se podría esperar, tomó agua, se cambió de indumentaria (el uniforme de corredor por el de ciclista) y recibió ánimos de los que pasaban. Solo diez minutos de mudanza.
Felicitación de un presidente
A este triatleta villafranquino, en O Cebreiro, no solo lo recibió la niebla y el frío que ayer volvió al pueblo, sino también los amigos y familiares que van con él. Quiso la casualidad que en la iglesia de Santa María la Real estuviese en ese momento el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera Campo, quien no desaprovechó la oportunidad de darle sus ánimos y felicitarlo. «Lo peor ya ha quedado atrás», afirmaba Basurco, mientras se ponía el casco, las zapatillas correspondientes y emprendía la última prueba del triatlón. Quedaban por delante varias horas de bicicleta. Preveía llegar a Santiago sobre las diez de la noche, pero la cosa fue mejor de lo esperado y alcanzó su meta algo después de las ocho. Doce horas y pico de desafío deportivo.
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