
El verano es la época elegida por cientos de peregrinos para realizar esa ruta que atesora tanta historia como atractivos. El transitado Camino de Santiago dibuja su vía por los diferentes municipios de Oarsoaldea, donde encuentra dos itinerarios bien distintos: el interior y el que discurre por la costa. Ambos enlazan, a pie o en bicicleta, puntos de destacado interés religioso, cultural o natural.
El interior está considerado como uno de los más antiguos de Gipuzkoa. Tras abandonar la localidad de Irun, el camino serpentea por un territorio de colinas continuas con frecuentes pero suaves repechos a través de un paisaje rural muy agradable. Es así como se alcanza el barrio oiartzuarra de Gurutze, protegido por las peñas de Arkale, sobre las que se asentaba el castillo de Beloaga.
La ruta prosigue hacia Elizalde, el núcleo principal de Oiartzun, que se alcanza tras una bajada empinada. En su entrada se levanta el antiguo hospital de peregrinos de San Juan, verdadera joya arquitectónica del Renacimiento y actual casa de cultura. A su lado se halla la parroquia de San Esteban de Lartaun, de estilo gótico de finales del siglo XVI, y muy cerca la gran plaza del Ayuntamiento.
El descenso por el valle lleva a cruzar una amplia vía ciclista y peatonal, construida sobre el trazado del antiguo ferrocarril que enlazaba las minas de Arditurri con el Puerto de Pasajes. Una vez cruzado el puente sobre el río Oiartzun, se atraviesa el barrio de Iturriotz por su calle principal, donde se ubican notables edificios de los siglos XV al XVIII. Ése es el caso de la preciosa casa-torre Iturriotz del siglo XV, uno de los mejores ejemplos de su tipo en toda la provincia.
El camino avanza por un paisaje rural bordeando el Parque Natural de Aiako Harria y sus importantes restos prehistóricos del paleolítico. Comienza pronto un ascenso suave y continuado en dirección a Santiagomendi -monte de Santiago, en castellano- uno de los hitos del camino jacobeo a su paso por Gipuzkoa. Se cree que su ermita cimera fue originariamente construida por peregrinos, y en ella se veneraba una figura de Santiago peregrino del siglo XIII. Cuenta la leyenda que este mirador es uno de los lugares de más fuerte tradición jacobea en Gipuzkoa porque las rocas de este monte son ricas en huellas fósiles de conchas, algo que se interpreta como prueba del paso por estas tierras del Apóstol Santiago.
Junto a Oiartzun, Errenteria también formó parte también de la ruta jacobea, ya que fue lugar de acogida de numerosos peregrinos, que acudían a la ermita de la Magdalena, situada a extramuros, en busca de refugio.
Por la costa
Diferente cariz tiene la ruta costera, aunque goza igualmente de un entorno paisajístico y natural de gran valor, sin olvidar los innumerables testimonios del pasado marítimo, industrial, comercial y militar de Oarsoaldea. Es, además, un camino discontinuo, puesto que para completarlo se ha de recurrir al servicio de embarcaciones que cruza la bahía de Pasaia.
En esta población se dispone ya de una nueva 'embajada' para los peregrinos, habilitada en los locales de la sociedad Itxas Mendi, de Pasai Donibane. Hasta ella se llega por la ladera sur del monte Jaizkibel y una vez visitado el vecino Lezo y su basílica del siglo XVII, que muestra una concha en el muro a la izquierda del pórtico, y está dedicada al Santo Cristo. A su imagen, famosa por no tener barba, se encomendaban muchos viajeros y peregrinos por su conocida reputación para obrar milagros.
Ya en Donibane, sale al encuentro del peregrino la parroquia gótica de San Juan, obra del siglo XIV. La población conserva importantes vestigios de su floreciente pasado ligado a las actividades marítimas que se desarrollaban en el puerto de Pasaia, con diversas casas solariegas de los siglos XVI al XVIII.
Toma su relevo el ambiente industrial y portuario del interior de la bahía, muy diferente al centro histórico de Pasai Donibane y su sucesión de construcciones erigidas en la ribera, la ermita de Santa Ana y el humilladero de la Piedad, del siglo XVI, situado junto al embarcadero y donde los peregrinos se detenían a rezar.
Atravesado el estrecho brazo de mar en motora, se desembarca en San Pedro, donde se halla la casa natal del ilustre marino Blas de Lezo. Los pasos se encaminarán hacia el faro de La Plata, construido en 1855 como un castillo sobre acantilados que se elevan imponentes sobre el bravo mar Cantábrico. Es el momento de descubrir uno los tramos más espectaculares de la costa guipuzcoana en dirección a San Sebastián por el monte Ulía.
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