lunes, 31 de agosto de 2009

Mercados Medievales


O de las Tres Culturas, así es como se hace llamar el mercado medieval que se celebra durante la segunda quincena de agosto aquí, en Jaca.

Mercados que, con el mejor de los criterios, se han extendido a lo largo y ancho de la geografía hispánica, sobre todo en las zonas de influencia del Camino de Santiago. Mercados que parece ser recuerdan el modo de vida de entonces, donde se reproduce la actividad mercantil que tenía lugar en calles y plazas, bien a la intemperie o bajo puestos cubiertos con toldos de múltiples colores. Todo a través de maestros artesanos de antiguos oficios, gastronomía diversa y espectáculos de animación que hacen las delicias de todos.

Actividades culturales que no son las únicas durante agosto en Jaca, ya que, antes y formando parte del ya consolidado Festival Internacional en el Camino de Santiago, hubo ocasión de degustar un excelente menú de música antigua con importantes formaciones y solistas que recorrieron con sus notas la Edad Media, el Renacimiento y el periodo Barroco.

Lo de las tres culturas viene a cuento, ya que, aunque no lo parezca, época hubo en la cual aquellos antepasados nuestros ya dieron lecciones de convivencia pacífica entre tres castas sociales perfectamente diferenciadas: la cristiana, la árabe y la judía. Y no está mal recordar una vez más eso de que la paz también fue posible entonces. Y hasta sería posible ahora si pusiéramos en ello empeño suficiente.

Estos mercados de la modernidad sirven también para recordarnos que en la Edad Media no todo era oscurantismo, rezos, conversión a la fuerza de infieles, inquisición, brujería, hambruna y pestes devastadoras que se llevaban al infierno a todo Cristo sin distinción de razas. O no nos dijeron la verdad cuando estudiábamos y nos lo creíamos todo, o no nos la dicen ahora los organizadores de estos eventos que nos muestran un mundo feliz y amable donde la sonrisa es lo primero. Lo más probable es que ni aquello que nos dijeron entonces ni esto otro sean cosa cierta y demostrable.

Pero no importa el pasado ahora. Mejor nos ocupamos del presente, de visitar por el casco antiguo de la ciudad con el centenar de puestos que pretenden retrotraernos unos cuantos siglos atrás. Los tiempos han cambiado, seguramente para bien. Y como estaría mal visto hoy día quemar algún que otro hereje a las puertas de la catedral, mejor contemplamos el vuelo de águilas, halcones y búhos amaestrados que sobrevuelan las cabezas de los paseantes en el mismo lugar. O el paseo a lomos de pequeños burros palestinos de niños soñadores. O el ruido agradable del retintinar del martillo sobre el yunque de la fragua que se mezcla con el del artesano que graba la piedra o el del repujador de bronce.

Sonidos que se fusionan con olores capaces de satisfacer estómagos exigentes que pueden jalarse un costillar entero asado de un plumazo, pinchos morunos descomunales, chorizos, longanizas, lomo adobado o queso, servido todo por caballeros y damas engalanadas con hermosos e imaginativos trajes de época. Nada comparado con las posibilidades de los más lamineros, que pueden endulzar su existencia con tortas artesanales, mantecados, rosquillas, bizcochos, pastelitos árabes, turrones, mermeladas y almendras garrapiñadas que pueden acompañar también de olorosos licores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario