martes, 25 de agosto de 2009

Fernandez Rojas Y Hormillas


E n Hormilla nació el profesor José Fernández Rojas y casi ochenta años después, su pueblo, en plebiscito y sentimiento general, convocó su memoria con orgullo y cariño. Esto viene a ser como un mensaje a generaciones futuras de que fue un hombre excepcional. Cuando se aprecia así por las gentes que lo conocieron, en su sencillez y en su talento, se organiza un acto sentido y cálido en el recuerdo, que es honra a su vez de quienes lo homenajearon, bañados aún por las lagrimas sentidas que nos originaron su ausencia de la vida. Una vida ejemplar en disposición generosa, amable siempre, con ese compromiso que adorna a los hombres cabales; aquellos que siempre llevan por bandera la impronta que heredaron en el viento de los campos, del caserío y de las gentes que le ayudaron, tácita y fervorosamente, a alcanzar prestigio, afecto y admiración de una obra colosalmente creativa.
Acongoja pensar las veces que Fernández Rojas interpreto su música en la plaza de Hormilla, sus ensayos en la casa en que nació, el roce y trato con su familia y sus muchos amigos cercanos, en su saludo y a su consejo. Su vida al fin, latió allí con más fuerza y más realidad que en ninguno otro lugar que convivió. De ahí que el argumento y la realidad de su homenaje popular, que engalana un busto a su memoria tenga el más hondo sentimiento y la más acendrada realidad, tal y como él mereció.
Es quizás un arranque nuevo que depara el que las generaciones futuras difundan y completen lo que él soñó al concebir y realizar su obra gigantesca en lo humano, por su carácter y bondad y también en esa repetida faceta de compositor indomable y perseverante.
Revisar el alcance de su obra en conjunto que esta muy en la conciencia del ámbito musical riojano. Así lo expresaron en el merecido homenaje de Hormilla. Seguro que nos sorprenderán las obras inéditas que su familia guarda en su archivo.
Por citar el carácter trascendente del autor, vayan dos obras ya memorables, de cuyo éxito gozó en vida y que suponen una inmarchitable herencia para La Rioja: la recopilación de danzas y canciones de todos los pueblos de la comunidad y su magistral sinfonía sobre el Camino de Santiago en su paso por nuestra tierra. El folkore lo recopiló durante muchos años, arrancando a los viejos del lugar donde actuaba con su orquesta, sus recuerdos de viejas canciones que luego Rojas pasaba al pentagrama.
Un ingente legajo de pasodobles, jotas, piezas para chistu y tamboril, himnos y composiciones para guitarra esperan ser rescatadas para hacerlas música para escuchar.
Por cierto, su busto, logrado con todo acierto por el escultor Dalmati, es magnífico en la expresión y leal a las nobles facciones del compositor. En él está su alma. Al igual que el lugar elegido para colocarla. Esa recoleta plaza que rememora la casa solariega de su apellido, el recuerdo de sus juegos infantiles y los escalones en los que, sin duda, se sentaba para mitigar el cansancio de su vuelta tras las faenas de labrantío.
Que no quede en el olvido su legado, pues late la rioja en sus ancestros y en su personalidad musical mas entrañable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario