DESCANSA a medio camino de la subida. "¿El Perdón dices que se llama? Es que subes esto y se te perdona todo", bromea. Extremeño pero vecino de Puertollano; 63 años, el mayor de diez hermanos, padre de cuatro hijos y abuelo de no sabe con certeza cuántos nietos, empezó el pasado 15 de enero el Camino de Santiago en Roncesvalles.
En seis días ha recorrido tres etapas (ayer tenía previsto llegar a Puente la Reina), lo que se explica nada más echar un vistazo a la cruz negra gigante que tiene apoyada sobre el banco en el que almuerza Juan Miguel González Gil.
"Ayer(el miércoles) me encontré un hombre que hizo de Simón de Cirene. Me sorprendió. Me dijo que sí, que era pesada en verdad. "¡Es que es de madera de encina, 45 kilos!", le dije". El hombre al que se refiere es Jesús Bustamante Oroza, vecino de Pamplona de 74 años, que daba un paseo hasta Cizur Menor, como es su costumbre diaria. "Me lo encontré, y algo me dijo que le tenía que echar una mano", explica Bustamante, que le acompañó hasta el bar Tremendo de Cizur Menor, donde le invitaron a un vino. "No sé adónde iría luego, porque comentó que no quería ir a albergues", añade el dueño del bar, José Luis García Anedillo.
El peregrino continuó un pequeño trecho, pero decidió buscar cobijo en el porche de la parroquia de Santa María de la Esperanza de Doniantzu, de Zizur Mayor, donde el párroco, Javier Sagasti, le ofreció techo, calefacción y colchón para dormir. "Me vino muy bien, he pasado cuatro noches a la intemperie. Es que prefiero evitar albergues, porque la gente puede pensar mal", asegura González.
Ya descansado, reanuda la subida por el barro: "Parece chiclé. ¡Mira, me quedo tan pegado que es imposible caerme!". Conforme avanza la pendiente, explica el motivo de su viaje. "Mi padre quería hacer el Camino, y por eso había fabricado la cruz. Pero falleció antes de que le diera tiempo". Ahora que González ha encontrado la oportunidad no iba a dejarla escapar. "Pensé que tenía que hacerlo y aproveché ahora que tengo unos meses libres, ni caí en que es año jacobeo; me basta con terminar antes de Semana Santa, porque soy cofrade del Cristo de Medinaceli, y salgo en los pasos. Si aquí estoy es gracias a mi hermana, mi ángel de la guarda".
Se cambia la cruz, en la que lleva anudada su túnica de cofrade, del hombro derecho al izquierdo. "Jesús no lo podría haber hecho porque le azuzaban con el látigo". Y continúa el Camino, no muy seguro aún de si está todavía en Navarra. Lo que le importa es llegar y cumplir. Con su padre, pero también con Rosa. "La clavaré en Finisterre, el fin del mundo, y la fijaré con cemento después de haber grabado en ella con mi navaja el nombre de Rosa".
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